Es curioso cómo cambia nuestra forma de ver las cosas a medida que vamos creciendo. Antes, todo lo que importaba en una relación era la atracción inmediata, la química, o esas cosas superficiales que nos hacían sentir bien en el momento. La gente te dice: “Pero esa chica es bonita, es cariñosa, se lleva bien con tu familia… ¿qué más quieres?”. Y sí, todo eso suena perfecto. Pero con el tiempo te das cuenta de que nuestros filtros para elegir pareja empiezan a cambiar. Lo que en un principio era lo que más te llamaba la atención, ya no es suficiente.
La atracción física, la química instantánea, o las primeras impresiones ya no son lo que realmente importa. A medida que avanzas en la vida, lo que realmente buscas es algo más profundo, algo que vaya más allá de lo casi obvio. Llega un punto en el que te preguntas: “¿Por qué voy a estar con alguien si no me da más de lo que ya yo mismo me doy?”
Lo que uno busca ya no es solo compañía, sino una conexión genuina, algo que me llene el alma. Porque, al final, lo que realmente te mantiene en una relación no es lo físico, ni lo material, ni siquiera la atracción. Es esa conexión genuina que te hace sentir que no estás solo, incluso cuando estás acompañado. Y eso es lo que buscamos… una compañía que me haga crecer, que se alinea a tus valores, que se ría contigo de cualquier bobería, que se sienta la complicidad genuina.
Durante este tiempo, he aprendido a disfrutar de mi propia compañía, algo que nunca imaginé. He llegado a entender que la soledad no es algo negativo, sino una oportunidad para conocerme mejor, para saber qué quiero realmente de la vida. El proceso de autoconocimiento me ha dado una libertad increíble. Al principio, me costaba estar solo, pero hoy, la soledad me parece un regalo. Es el momento perfecto para crecer, para encontrar lo que realmente me importa.
Mudándome en 2023, tuve la oportunidad de experimentar lo que muchos temen: estar a solas conmigo mismo. Y, sorprendentemente, esa experiencia me ha influido más de lo que pensaba. No fue solo un cambio de espacio, fue un cambio interno. Estar a solas permitió reflexionar (un buen trabajo introspectivo, como lo llamo) sobre lo que realmente quiero y lo que no. Y aunque no me he lanzado a buscar una nueva relación, no creo que eso sea lo único que me frena. De hecho, no me he dedicado mucho a eso, y no voy a mentir… me he vuelto flojo en esa búsqueda jajaja creo más en la premisa de que las cosas fluyen en esos aspectos. He limitado mi círculo y tal vez no he hecho el esfuerzo suficiente, pero también está bien.
Recuerdo que la calidad siempre va a ser más importante que la cantidad. Es algo que he aprendido no solo en las relaciones, sino en todos los aspectos de mi vida. Puedo salir, conocer gente nueva, pero si no hay esa chispa, esa conexión auténtica, no pasa nada. Pero no me frustra, ni me desespera. Si no hay algo real, no me siento mal por ello. No tengo prisa.
A veces pienso en el futuro, en tener un hijo, y sí, me gustaría, pero no tengo prisa. La vida me ha enseñado a no apresurarme a cumplir con lo que se supone que debo hacer según los demás. Estoy aprendiendo a disfrutar del presente, sin sentir la presión de cumplir expectativas. Las cosas llegarán cuando tengan que llegar, no hay necesidad de forzarlas.
Hoy en día, me concentro en lo que puedo controlar. Hay momentos en los que las cosas se descontrolan, y está bien. He aprendido a fluir con ello. Pero sigo pensando que las conexiones más profundas no siempre son las que se ven a simple vista, no se encuentran en la superficie, sino en lo espiritual, en esas conexiones que no necesitan palabras. Son esas las que realmente marcan la diferencia.
No es que no haya tenido momentos de conexión genuina con otras personas, claro que los he tenido. Pero esos momentos, esas conexiones son raras, y no siempre ocurren cuando las buscas. A veces, solo es cuestión de tiempo, de estar en el momento adecuado.

Hoy ya no soy tan workaholic como antes y ya no duermo a las 4 am. He aprendido a tomarme un respiro y disfrutar de esos momentos de ocio que antes ni siquiera sabía apreciar. Ahora tengo una mejor perspectiva sobre el equilibrio entre trabajo y descanso, y retomé los ejercicios.
Así que, mientras todo sigue su curso, a enfocarse en mí mismo, en mi crecimiento, en mis conexiones auténticas. El momento llegará, y quizás entonces, todo se alineará. Y será en su momento justo.